Las Teorías del Desarrollo Humano
La orientación se propone el desarrollo de la personalidad integral del individuo. Las aportaciones de las teorías del desarrollo humano, con Erikson, Levison, Kohlberg, Loevinger y otros, son un marco de referencia en la orientación para el desarrollo humano.
El desarrollo humano va más allá del desarrollo cognitivo. También hay un desarrollo emocional, social, personal y moral. El desarrollo de la personalidad integral del individuo incluye por lo mínimo dos grandes dimensiones: lo cognitivo y lo emocional. En la segunda mitad del siglo XX han surgido una serie de aportaciones que suelen agruparse bajo la denominación de teorías del desarrollo humano, las cuales centran la atención en la secuencia que va de lo biológico, social, cognitivo, moral, afectivo e interpersonal propio de la vida humana, entre las cuales se encuentra:
1.- Las Ocho Edades del Hombre de Erikson.
2.- El Desarrollo Adulto de Levinson.
3.- Teoría Del Desarrollo Moral de Kohlberg y Paget.
4.- El Desarrollo del Ego de Loevinger.
5.- Estadios del Desarrollo Ético de Perry.
6.- EL Desarrollo Interpersonal Y Social de Selman.
7.- desarrollo del autoconcepto de González y Touron.
Una sinopsis de la importancia de las teorías del desarrollo humano expuestas por varios autores, son sus aportaciones a la educación y de manera precisa a la orientación son las siguientes: Durante la edad infantil la labor de los padres es esencial. También es importante la socialización del niño en la familia. Esto incluye el tópico de la disciplina. Los padres deben ayudar al niño a aprender a respetar los derechos de los demás. Al mismo tiempo, deben contribuir al desarrollo de la autonomía personal en un marco de relaciones sociales. Es importante manejar apropiadamente las situaciones en que el niño dice “no”, ya que suponen el desarrollo de una estructura interna mediante la cual él se diferencia de los demás. Otro ámbito fundamental, en el que se desarrolla la vida del niño, es el escolar. Las dificultades en conseguir los requisitos académicos también requieren un cuidado especial, puesto que fracasos sucesivos desde el principio pueden llevar a comportamientos inadaptados. En estos dos ámbitos, familiar y escolar, se configura la personalidad del niño.
Los adolescentes suelen tener un sentimiento de estar de manera permanente “en escena”. Esto conlleva la sensación de ser observados, esperando que cometan algún error y, como consecuencia, ser ridiculizados. Entre los temas más importantes que surgen en las entrevistas entre educadores (profesores, tutores, psicólogos, orientadores y psicopedagogos) con adolescentes y jóvenes se encuentran: cambios en relaciones interpersonales, masturbación, relaciones sexuales, embarazo indeseado, enfermedades venéreas y problemas de drogas.
Algunos autores sugieren que el tipo de intervención más apropiado puede depender de la etapa de desarrollo en que se encuentra el sujeto. Así, por ejemplo, si bien el marco general de la intervención actual es el constructivista, algunos autores proponen que ciertos sujetos se pueden beneficiar mejor de un enfoque conductista debido a que se hallan en una etapa en que no se ha llegado a una autonomía, y que su comportamiento se ve muy influido por las consecuencias externas.
Entre las propuestas dirigidas a la prevención en sentido amplio pueden figurar: educación para la salud, prevención del estrés, prevención de la depresión, entrenamiento asertivo, educación sobre las drogas, educación sexual, relajación, meditación, terapia de la realidad, entre otros.
Por su parte, el desarrollo se dirige al logro de la madurez del individuo y de un autoconcepto positivo. Se pretende ayudarle a satisfacer sus necesidades de autoconocimiento, ajuste de las exigencias y demanda de la sociedad; se asume que la unidad del individuo exige una intervención globalizada.
Para lograrlo, se han presentado varias alternativas, una de las más importantes es la de Pietrofesa y Splete (1989), los cuales presentan un modelo psicosocial comprensivo del autodesarrollo; distinguen los siguientes componentes del Yo (self): el Yo Real, el Yo visto por mí mismo, el Yo visto por los otros y el Yo ideal. Estos componentes constituyen un sistema de círculos interrelacionados pero no necesariamente concéntricos. En la medida en que estos círculos tienen un reducido espacio en común se producen discrepancias y conflicto. Cuando aumenta el solapamiento se aumenta la compatibilidad del autoconcepto. La auto-imagen, las aspiraciones y el Yo ideal están relacionados con las elecciones vocacionales, las cuales son una auto-expresión del Yo.
Dentro del desarrollo de la personalidad integral del individuo se considerarán dos aspectos de especial relevancia: el autoconcepto y las emociones. Ambos están interrelacionados y constituyen la base de la educación emocional. Por lo tanto, una autentica educación debe atender a la formación de la personalidad integral del educando, locuaz incluye, una dimensión cognitiva y otra emocional.
La investigación psicopedagógica a lo largo de la historia se ha preocupado de algunas emociones en concreto, como la ansiedad, por sus repercusiones patológicas que se derivan y los tratamientos consecuentes. Por eso la llegada de la psicología cognitiva, con un enfoque más globalizador, hace más interesante el interés por las emociones .Tal como lo hace Goleman (1995), en su obra Inteligencia Emocional, amplía el concepto y su significación, que incluye la habilidad para motivarse y persistir frente a las frustraciones; controlar impulsos y demorar gratificaciones; regular los estados de humor; evitar que las desgracias obstaculicen la habilidad de pensar; de desarrollar la empatía y la esperanza. Además, el individuo debe: conocer las propias emociones, dominarlas, motivarse a sí mismo, reconocer las emociones de los demás y establecer relaciones positivas con los demás. El autor aporta datos sobre los elevados costos del analfabetismo emocional. Para intentar evitar los efectos negativos de las emociones incontroladas propone que desde el sistema educativo se impartan conocimientos encaminados al desarrollo de la inteligencia emocional.
Una respuesta a estas necesidades es la educación emocional, que consiste en formar a todas las personas en los conocimientos y habilidades propias de la vida emocional, para utilizarlas en las situaciones cotidianas. Este tipo de educación supone pasar de la educación afectiva a la educación del afecto, es decir, impartir conocimientos teóricos y prácticos sobre las emociones, lo cual, tiene como objetivos fundamentales el desarrollo del autoconcepto y la autoestima.
Gráfico 3. Educación emocional. Bisguera (2000).